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miércoles, 1 de octubre de 2014

RELALÁ (I)

ADVERTENCIA: ES POSIBLE QUE SU EXPERIENCIA NO
SE AJUSTE CON LA EXPRESADA A CONTINUACIÓN

El viaje ensancha el alma y expande el espíritu...ya sea para un hobbit de ls comarca como para un fiel servidor de la armada británica el viaje puede marcar toda una existencia. Aunque hombre, la verdad eso ahora se da poco...pero nos queda hacer turismo. Como conté hace unas semanas Monigotorium cerró por vacaciones...y os estaréis preguntando que pasó en ese período...o no. Sin embargo hoy me voy a permitir hacer lo mismo que las cuñadas de Homer Simpson y hablar un poquito de mis 6 días (más bien 5 y medio) en París, pero no tengáis miedo, no he traido fotos...solo moigotes.
París, la ciudad de la luz...porque la verdad en cuanto esta desaparece la gente también, salvo en zonas superturísticas como los alrededores de la Torre Eiffel o la avenida de los Campos eliseos...al anochecer el resto da hasta miedo. Cuando el avión descendió nos topamos con una ciudad gris (pasamos de un sol tremendo sobre las nubes a un nubladillo de septiembre) en la que, contrariamente a lo que te vendeen en el 99% de las películas (con un 1% de margen de error), no es posible ver la Torre Eiffel desde cualquiera de sus ángulos ( es más, no la vimos hasta el atardecer del primer día y eso que habíamos llegado a las 9 de la mañana) y en la que sorprende el tamaño de sus aves autóctonas, ya sean palomas o cuervos (un cuervo del tamaño de una gallina justo al lado del Arco de Carrousel nos impresionó notablemente).  Y tampoco encontré al hombre de mis sueños por muy romántica que la pinten aunque un mendigo me tiró los tejos cerca de la estación de Saint Lazare.
Nuestro periplo empezó justo junto al Boulevard Haussmann, hogar de la Ópera Garnier y de un buen puñado de centros comerciales de esos que te dejan la boca abierta por dentro y por fuera, pero por supuesto no buscábamos algo corriente, nuestro objetivo era (tras preguntar durante más de media hora y que todo el mundo contestase todo recto...porque todo hay que decirlo la mayoría al oirte el acentazo te pregunta si hablas inglés, dejándote desazón y ganas de acordarte del profesor de idiomas con el que hiciste un intensivo hace diez añitos) el Museo Grevin (http://www.grevin-paris.com/fr), su museo de cera. Con un gran número de figuras irreconocibles (pero no porque estén mal hechas sino porque son famosos "del país"), escenas de la historia francesa (pelucones a gogó) e internacional (inenarrable la recreación de un aula alemana de los años 30...sí, la cosa va por ahí) y famosos a porrillo (Brangelina  y Lady Gaga incluídos) es una visita fascinante en la que destacan el número con espejos al principio de la misma y el patio de butacas.
Carillo pero muy disfrutable.
Tras una vueltecita por la zona y descubrir que la cocacola parisina es horrorosa (mucho mejor un refresco llamado Oasis de sabor cítrico, tropical o frambuesa con manzana) comenzó nuestro descenso a los infiernos. Sí, todo el mundo se dirige a las alturas en forma de torres varias ( como la Montparnasse o la Eiffel de marras) pero en Monigotorium nos gusta llevar la contraria. Así que tras nuestro primer y último viaje en el metro de París, a tal velocidad que nos preguntamos a donde llegábamos tarde, bajamos a las míticas catacumbas.
Tras un descenso interminable acompañado por el ruido metálico de los escalones el recorrido comienza con una larga sucesión de corredores, oscuros y húmedos (de esa humedad que hasta te gotea en la cabeeza) hasta llegar a la parte del osario. Hacinamientos de huesos humanos con caprichosas formas se suceden, a veces flanqueados por inscripciones, creando una experiencia indeleble en cualquiera que los visita, es literalmete una bajada a otro mundo que no puedo dejar de recomendar. Y tras casi una hora de paseo en la semipenumbra y el silencio en la que te has cruzado con muy pocas personas comienza de nuevo el ascenso, que se antoja más largo que la bajada. Poco a poco se empieza a oir el sonido de algún coche, y casi como si del final de una de nuestras amadas películas de terror se tratase uno se enfrenta de nuevo a la luz, varias manzanas más lejos del punto por el que entró, para toparse con...la tienda de recuerdos, la Comptoir des catacombes (buscadla en facebook), la tienda más divertida de Paría. Cualquier chorradilla tiene un esqueleto, ya sea un vaso de chupito, un llavero o un juego de mesa, y te dan ganas de comprártelo todo aunque lo qu ecae casi seguro es la postal con la cita "Yo sobreviví a las catacumbas de París". Si acudís a la capital gala tenéis que verlas, tienda y catacumbas, sí o sí.
 Y para rematar nuestro primer día fuimos a dar una vuelta por los Campos Elíseos, de lo poco de París que no cierra pronto. Lleno de tiendas, incluído Disney store y Fnac, es un bonito paseo que corona el impresionante arco de triunfo que nos hemos cansado de ver en las retransmisiones deportivas...y caía la oscuridad. Ya solo quedaba volver al hotel y esperar al segundo día...del que hablaremos en otra ocasión, quedaban muchas maravillas para ver.
(CONTINUARÁ)

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